una semana del comienzo del Mundial de fútbol, Rusia ultima los preparativos de la competición con la que espera mejorar su imagen internacional, empañada por numerosas crisis con los países occidentales.

Ahora que todo está listo para que empiece el mayor evento deportivo del planeta, la mayor preocupación reside en el racismo y la violencia en torno a la competición.

El fenómeno de los “gritos de mono” reapareció en los últimos meses en los estadios del país, y muchos recuerdan las agresiones de los hooligans rusos durante la Eurocopa de 2016 en Francia.

El presidente ruso, Vladimir Putin, reelegido triunfalmente en marzo, ha hecho todo lo posible por evitar incidentes.

Las autoridades han incrementado las medidas de seguridad y han pedido a los hooligans, a los que tienen vigilados, que no causen problemas durante el Mundial.

La organización FARE, que lucha contra las discriminaciones en el fútbol, tiene otros motivos de preocupación. “No tenemos ninguna certeza respecto a la prevención de los incidentes racistas no violentos, a pesar de las numerosas declaraciones de buena voluntad”, avisó la red británica en un informe publicado la semana pasada.

El Gobierno, que nombró el año pasado a una persona encargada de la prevención contra el racismo, afirma, por su parte, que el millón de visitantes que espera durante el evento será bien recibido en las 11 ciudades sede de la competición.

Respecto a los 12 estadios repartidos en la parte europea del mayor país delmundo, la construcción de varios de ellos sufrió importantes retrasos, pero todos estaban listos mucho antes del inicio del torneo, a diferencia del anterior Mundial en Brasil.

En el plano deportivo, los favoritos son Alemania, Brasil y España, seguidos de Francia y Argentina. Pero parece poco probable que la selección anfitriona haga un buen papel.

Los jugadores de Stanislav Cherchesov no han ganado ningún partido en 2018 y se sitúan en el 66º puesto de la clasificación mundial de la FIFA, lo cual puede explicar que el ambiente no sea muy festivo en Rusia, a pesar del inminente inicio de la competición.

En Moscú, algunos habitantes con suficientes recursos económicos decidieron abandonar la ciudad para evitar las molestias provocadas por el torneo y la llegada de miles de espectadores a un país que no está acostumbrado al turismo de masas.

Putin, que no tiene fama de ser un aficionado al fútbol, espera que el Mundial, el más caro de la historia con un coste de 683.000 millones de rublos (13.200 millones de dólares en tasa de cambio promedio desde 2013), permita a Rusiacopar las portadas de los medios de comunicación con otras cuestiones que lastensiones internacionales.

 – Sanciones y boicot –

Rusia se impuso difícilmente a Reino Unido en 2010 en la competición por organizar el Mundial 2018. Desde entonces, el país ha sido objeto de sanciones occidentales por la anexión ilegal de la península de Crimea y el apoyo que, según Kiev y los occidentales, brinda a los separatistas del este de Ucrania.

Siria, donde el ejército ruso intervino a petición del presidente Bashar al Asad, y Estados Unidos, donde se sospecha que Moscú intrigó para favorecer la elección de Donald Trump, son dos de los principales puntos de fricción entre Rusia y Occidente.

El último episodio de tensión fue el envenenamiento que sufrieron el exespía ruso Serguéi Skripal y su hija en Inglaterra. Londres acusó a Moscú de estar detrás del ataque, y el escándalo provocó la mayor ola de expulsiones cruzadas de la historia.

Rusia también fue acusada de establecer un programa de dopaje institucionalizado que alcanzó su apogeo durante los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi en 2014. Cerca de tres años después de que estallara el escándalo, el país sigue pagando las consecuencias y su agencia nacional antidopaje aún no ha sido reintegrada en la Agencia Mundial Antidopaje (AMA).

A pesar de esas polémicas, entre los participantes, sólo Islandia y Reino Unido decidieron boicotear diplomáticamente el MundialRusia no volverá a vivir el trauma de los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980, boicoteados por más de 50 país por iniciativa de Estados Unidos.

El partido de apertura tendrá lugar el 14 de junio en el estadio Lujniki de Moscú entre Rusia y Arabia Saudita, los dos equipos de la competición con peor puesto en la clasificación mundial de la FIFA.

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