Es “un suspiro de alivio”, dice en uno de sus primeros encuentros con amigos Melany Mayorga, una estudiante de 16 años, luego de que los contagios por covid cayeran en las últimas semanas en Cuba. La isla se abrirá al turismo internacional el 15 de noviembre.

Con un vaporoso vestido rojo, la joven se toma fotos y abraza a sus compañeros frente al emblemático malecón costero de La Habana, revitalizado tras la eliminación de las medidas de confinamiento y del toque de queda nocturno en la capital.

“Es muy duro separarnos de los amigos (…) ahora que nos volvemos a reencontrar porque la situación mejoró”, dice Melany. Fue “demasiado tiempo en confinamiento, entendible porque los casos estaban sumamente elevadísimos, pero ahora que han disminuido se supone que retomemos nuestras actividades”.

La chica asegura que lo único que quiere es volver a la secundaria.

Está previsto que el 15 de noviembre más de un millón de estudiantes regresen a las aulas, el mismo día que el país se abre al turismo internacional, que había estado limitado por la restricción de vuelos y el cierre de hoteles y restaurantes en gran parte de la isla.

Muchos esperan que se reactive la vapuleada economía nacional, privada de las divisas que traen los visitantes, agravando la escasez de alimentos y medicinas.

En el primer semestre del año pasado, el país recibió apenas 21,8% del turismo captado el mismo período de 2020 (1,2 millones de visitantes). Para 2022 el gobierno espera dos millones de turistas, una cifra aún lejana frente a los cuatro millones que ingresaban anualmente antes de la pandemia.

– “Reapertura controlada” –

“Vamos a una reapertura controlada y escalonada con una garantía de que para el 15 de noviembre el 90% de la población o más” estará vacunada, dijo el ministro de Turismo, Juan Carlos García, hace poco más de una semana.

Hasta el 30 de octubre, 7,3 millones de personas contaban con el esquema completo de vacunación, lo que representa el 64,9% de la población inmunizada con vacunas de producción cubana (a la espera del reconocimiento de la OMS), según el ministerio de Salud. Las autoridades prevén inmunizar a toda la población a fin de año.

Con la llegada de la variante delta, la situación frente a la pandemia se descontroló en julio pasado y saturó el sistema hospitalario.

El 20 de septiembre se seguían registrando 8.544 nuevos casos diarios, mientras que este lunes se reportaron 633, en una población total de 11,2 millones de habitantes.

El país suma 952.634 casos y 8.240 fallecimientos desde que aparecieron los primeros contagios en marzo de 2020.

Para Amílcar Pérez-Riverol, investigador cubano de la Fundación Fapesp, en la Universidad Estatal de Sao Paulo (Brasil), la disminución de casos obedece a la vacunación, pero también a la inmunización colectiva por contagio.

“La vacunación en Cuba se produjo junto a una de las mayores olas de casos/100k del mundo. Así pues, ese descenso es resultado de la vacunación más el costoso efecto de la inmunidad por infección, evidenciado en todos los países que sufrieron brotes causados por la delta”, explicó en su cuenta de Twitter.

– “Disfrutando de lo lindo” –

En la céntrica calle peatonal de Obispo, Zayda Santana, una cuidadora de adultos mayores de 52 años, parece ver su ciudad con otros ojos.

Estamos “disfrutando lo lindo que es esto (…) llevábamos dos años sin visitarlo”, dice.

En la misma zona, hoteles y restaurantes abrieron sus puertas para captar algo de los 100.000 visitantes que las autoridades prevén para el fin del año, la temporada alta del turismo en Cuba.

Para facilitar el acceso a viajeros, la cuarentena se eliminó a partir del 7 de noviembre y la prueba PCR en aeropuertos a partir del 15 de noviembre. Los turistas solo deberán portar pasaporte de salud o una prueba PCR efectuada con 72 horas de antelación a la llegada.

Los famosos “almendrones”, esos viejos automóviles estadounidenses convertibles que sólo los cubanos saben hacer brillar, esperan a los clientes para llevarlos a conocer la ciudad.

“Es mejor que trabajar con el Estado, siempre se gana un poquito más”, dice detrás de sus gafas oscuras y con sombrero de cowboy, Oscar Ulecia, un chofer de 33 años que los últimos dos años tuvo que volver a su antiguo trabajo de contador.

“Yo me siento súper alegre, súper contento, agradable con que ya podemos encontramos poder tener un poco más de cercanía”, dice de su lado Ronald Ibáñez, un bailarín de 25 años que practica break dance en un boulevard.

Sin embargo, para él “la pesadilla no se ha acabado del todo, simplemente lo que estamos tratando de vivir con un nuevo método o una nueva normalidad”.

lp/lm

     

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