Muy populares por su combate a las guerrillas, los militares en Colombia apenas si figuraban en la política. Pero la probable llegada al poder de un antiguo rebelde y opositor de izquierda quebró el silencio de los cuarteles.

Gustavo Petro, que combatió al Estado hasta inicios de los años noventa, es el favorito en las encuestas para vencer en las presidenciales del 29 de mayo, aunque no le alcanzarían los votos para evitar un balotaje.

De imponerse en las urnas, sería la primera vez que un exguerrillero dirija las fuerzas armadas de un país en conflicto, gobernado históricamente por élites conservadoras y liberales, y sin el pasado de golpes militares que atraviesa el continente.

Su ascenso inquieta a los cuarteles. Desde el presidente hasta el ministro de Defensa, pasando por el comandante del ejército, enfilaron contra Petro. Y aunque la Constitución les impide votar y deliberar, rara vez los hombres en armas habían intervenido tan abiertamente en una campaña, observan analistas.

“Hay quienes perciben dentro de los militares que esta guerra la ganaron en el campo de batalla pero se está perdiendo en lo político (…) consideran que la clase política con la que ha estado el ejército, que es la que siempre ha gobernando, está perdiendo”, explica a la AFP el analista y coronel retirado Carlos Alfonso Velásquez.

De 62 años, Petro militó en el M-19, una guerrilla nacionalista que firmó la paz en 1990, antes de irse exiliado un tiempo a Europa y regresar a su país para convertirse en legislador y luego en alcalde de Bogotá (2012-2015).

Un sector de los uniformados lo perciben con “cierto recelo y temor”, apunta el coronel retirado José Marulanda, presidente de la Asociación Colombiana de Oficiales Retirados (ACORE). “Sentimos que tiene un resentimiento muy claro en contra de los militares y policías, que fueron los que le dieron de baja en combate a sus compañeros del M-19”, sostiene.

El antiguo enemigo de la tropas podría ser el comandante en jefe de 228.000 militares y 172.000 policías. Sumados, componen las fuerzas armadas más numerosas del continente después de las de Brasil. Estados Unidos ha destinado millonarios recursos en su instrucción y equipamiento contra el narcotráfico y los grupos rebeldes.

– Fuego cruzado –

El comandante del ejército, general Eduardo Zapateiro, llevó a su punto más intenso con una serie de tuits la controversia con Petro tras sus denuncias sobre supuestas alianzas entre generales y narcos a costa de la muerte de soldados.

Zapateiro lo acusó de “politiquería” y de sacar provecho electoral de la muerte de militares. También aludió a un video de 2005 en el que se veía a Petro recibiendo fajos de billetes, un dinero que según falló la justicia posteriormente tenía un origen lícito.

“A ningún general he visto en televisión recibiendo dinero mal habido. Los colombianos lo han visto a usted recibir dinero en bolsa de basura”, le espetó Zapateiro.

A raíz de sus comentarios, el oficial enfrenta una investigación preliminar por intervenir en política, en tanto que el presidente Iván Duque salió en su apoyo al igual que el ministro de Defensa, Diego Molano, quien trató a Petro de “embustero”.

Los militares, que han librado un conflicto de más de seis décadas, participaron en las negociaciones que condujeron, en 2017, al desarme de las FARC. Un general retirado hizo parte de los diálogos, pero terminó criticando el acuerdo de paz por sus supuestas concesiones a los rebeldes.

Dentro de sus propuestas, Petro ha planteado una reducción del presupuesto militar (actualmente 3,4% del PIB), aplicar una política de ascensos basada en méritos y separar a la policía del ministerio de Defensa.

“Han popularizado una peligrosa idea según la cual las fuerzas armadas son de derecha y la izquierda es su enemiga. Tal adefesio antidemocrático se ha sustentado sobre la existencia misma de la guerra insurgente”, escribió Petro en un artículo de opinión.

Si bien los militares gozan de apoyo popular, los escándalos han minado su reputación, entre ellos el de las alianzas con los sanguinarios paramilitares y el de la ejecución de 6.402 civiles que las tropas presentaron como guerrilleros caídos en combate para inflar sus resultados.

“Ese prestigio del ejército, cultivado en el conflicto, ha recibido un fuerte sacudón (…) Y los militares ven en Petro a la persona que recoge las críticas” a las tropas, apunta Velásquez.

Pero la amenaza de un golpe de Estado parece lejana. “Veríamos dentro de las filas algún tipo de inconformidad que se manifestaría (…) con la solicitud de baja de filas. Es decir ‘yo no estoy de acuerdo con esto y me retiro’, afirma el jefe de ACORE.

Un sector de las reservas ya se alineó con Petro, según Alfonso Manzur, jefe de la organización Veteranos por Colombia. “Hay inconformismo en el alto oficialado (…) porque sienten que el sistema de ascenso está corrupto por unas mafias internas”, explica.

       

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