Nuevos enfrentamientos estallaron este martes en Francia en las protestas contra la reforma de las pensiones del presidente liberal Emmanuel Macron, cuyo gobierno rechazó el pedido de una “mediación” para buscar una salida al conflicto social.

La participación reculó a 740.000 personas, según las autoridades, y a “más de dos millones”, según el sindicato CGT, en la décima jornada de protestas desde enero. Los sindicatos llamaron de nuevo a manifestarse el jueves 6 de abril.

Las centrales sindicales son la punta de lanza de la movilización contra el retraso de la edad de jubilación de 62 a 64 años para 2030, pero la decisión el 16 de marzo de Macron de aplicarla por decreto radicalizó las protestas.

Los disturbios e incidentes entre manifestantes y las fuerzas de seguridad continuaron este martes en decenas de ciudades de Francia, de Lille (norte) a Toulouse (sur), pasando por Rennes (oeste) o Lyon (este), pero de menor intensidad.

En la capital, las fuerzas de seguridad detuvieron a 27 personas poco antes de las 19H00 (17H00 GMT) y llevaron a cabo 10.000 controles, según la policía. El jueves, hubo 457 detenidos y 441 agentes heridos en todo el país.

Aunque el gobierno, que movilizó a 13.000 agentes, busca criminalizar las protestas y socavar el apoyo a estas, la actuación policial se encuentra en el punto de mira tras las críticas de oenegés de derechos humanos e incluso del Consejo de Europa.

Las imágenes de batalla campal volvieron a la primera plana el sábado durante las protestas contra un embalse agrícola destinado a la agroindustria en Sainte-Soline (centro-oeste), que dejaron dos manifestantes en coma.

En ambos casos, “hay un uso desproporcionado de la fuerza que ya habíamos denunciado durante [la protesta social en 2018 y 2019 de] los chalecos amarillos”, dijo a AFP Jean-Claude Samouiller, de la oenegé Amnistía Internacional.

– “¡Basta ya de negativas!” –
En este contexto, el gobierno y los sindicatos aseguran buscar una manera de calmar los ánimos, pero campan en sus posiciones: las centrales sindicales quieren la retirada o la suspensión de la reforma, y Macron dice no.

El vocero gubernamental, Olivier Véran, rechazó este martes la última propuesta sindical de buscar una “mediación” para hallar una vía de salida y afirmó que pueden “hablarse directamente”.

“¡Basta ya de negativas!”, respondió el líder del sindicato moderado CFDT, Laurent Berger, quien había planteado esa idea que recabó el apoyo en cambio de uno de los principales aliados de Macron: el partido centrista MoDem.

El presidente liberal se halla bajo presión. Su gobierno defiende que la reforma es crucial para evitar un déficit en la caja de las pensiones, pero esta carece de apoyo sindical y popular, y un sostén incierto en el Parlamento.

El Ejecutivo continúa “gobernando como si todavía tuviera una mayoría absoluta”, alerta la politóloga Camille Bedock, para quien todo se orienta a “un cara a cara entre el poder y la calle”, ya que los cuerpos intermedios, como sindicatos y el Parlamento, no pueden desempeñar su papel.

A la espera del dictamen en abril del Consejo Constitucional sobre su validez, Macron busca pasar página rápidamente con otras prioridades como la salud, la educación y garantizarse una mayoría estable en el Parlamento.

Pero las protestas siguen pesando. El viernes, el presidente liberal tuvo que renunciar a la visita del rey británico Carlos III prevista esta semana.

Mientras tanto, los sindicatos no tiran la toalla y a ellos se unen los jóvenes, mucho más numerosos en las últimas dos jornadas de protesta.

“Aún soy muy joven, pero la reacción del gobierno (…) me ha dado ganas de luchar”, dijo a AFP Simeon Ronzier, de 20 años, en Lille.

En 2006, la movilización logró que el entonces gobierno retirara un polémico contrato laboral para jóvenes adoptado por decreto.

Las protestas toman desde hace semanas múltiples formas: bajadas de producción eléctrica, 15% de gasolineras sin combustible, trenes y vuelos anulados, transporte público de París perturbado e incluso la Torre Eiffel cerrada este martes.

Los basureros de París decidieron poner fin el próximo miércoles a tres semanas de huelga, que dejaron miles de toneladas de basura acumuladas en las calles, pero con el objetivo con regresar a la lucha “con más fuerza”, según la CGT.

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