La niña hiperactiva a la que le encantaba el deporte, que temía que la lluvia derrumbara el precario “ranchito” en el que vivía con su familia, se convirtió en la mujer de oro de Venezuela en los Juegos Olímpicos. No hay límites para Yulimar Rojas.

Nacida en Caracas, pero críada en la barriada de Pozuelos, a las afueras de la ciudad costera de Puerto La Cruz (estado Anzoátegui, este de Venezuela), esta extrovertida atleta de 25 años de edad y cabello de cambiantes colores según la competencia ganó este domingo la medalla de oro del salto triple femenino de Tokio-2020 con récord mundial de 15,67 metros y cabellera rosa.

Creció “en un ambiente humilde, con bastantes carencias, pero ahí la llevamos (…). Ahí en un humilde ranchito vivíamos toditos y ahí se fue levantando y levantando”, cuenta a la AFP Yuleisi Rodríguez, madre de la atleta de oro en Tokio-2020 tras haber ganado plata en Rio-2016. “Desde pequeñita siempre fue hiperactiva, siempre le gustó el deporte”.

Los venezolanos les dicen “ranchos” a precarias viviendas de bloques y techos metálicos amontonadas en zonas humildes, a imagen y semejanza de las favelas de Brasil.

Dos gritos de la múltiple campeona mundial (dos títulos outdoor y dos indoor) resonaron en las vacías sillas del Estadio Olímpico de Tokio, con ella sacándose presión, y entonces tomó carrera en pista y alzó el vuelo por primera vez. Comenzó con récord olímpico de 15,41 metros como aperitivo del oro y la plusmarca mundial.

No fue, sin embargo, hasta su sexto y último intento cuando quebró el récord del mundo de 15,50 que la ucraniana Inessa Kravets había establecido el 10 de agosto de 1995, dos meses antes de que ella nació.

“El límite es el cielo”, había advertido Rojas a la AFP en vía a los Juegos Olímpicos, convencida de tener las condiciones para ser la primera mujer que alcanza la barrera de los 16 metros.

Ya poseía desde el 21 de febrero de 2020 la plusmarca bajo techo, con un salto de 15,43 que borró el de 15,36 de la rusa Tatyana Lebedeva en 2004.

– Soñó con el voleibol –

Esta morena de 1,92 metros y contagiosa sonrisa es la primera mujer venezolana que gana un oro y su presea dorada es la cuarta en la historia olímpica de su país tras las del boxeador Francisco ‘Morochito’ Rodríguez en México-1968, el taekwondista Arlindo Gouveia en Barcelona-1992 y el esgrimista Rubén Limardo en Londres-2012.

Yulimar, siendo una niña, llegó a Puerto La Cruz cuando la entonces boyante industria petrolera del área atrajo a su padrastro, Pedro Zapata, el hombre que la crió y a quien llama papá.

“Desde pequeña esa muchacha era buena en todo: kickingball, pelotica e’ goma (frontón), básquet, sóftbol, fútbol, todo”, contó a la AFP Zapata, un exboxeador profesional que llevó el gusto por el deporte al ranchito de Pozuelos, que hace mucho tiempo fue, en efecto, arrastrado por el viento y la lluvia, cuando la familia ya se había ido de allí.

El primer gran amor deportivo de Yulimar fue el voleibol, cuando tenía unos 13 años. Las dos selecciones de ese deporte de Venezuela, masculina y femenina, habían clasificado entonces a los Juegos Olímpicos de Pekín-2008.

Su primer entrenador en el atletismo, Jesús Velásquez, un hombre menudo de canosa barba, debió luchar unas cuantas batallas por ella… y le ganó la guerra al voleibol.

Yulimar se tomó las cosas más en serio cuando, adolescente, vio por televisión a Limardo colgarse el oro en la espada individual de Londres-2012, Rojas quería, un día, emularlo: “Me metí en la cabeza que quería eso”.

– Maravillosa “locura” –

Velásquez la llevó al atletismo en alta competencia, después de probarla en distintas disciplinas.

Aunque prometía muchísimo en salto alto, ganando oro en los Juegos Sudamericanos de 2014, ese mismo año decidió junto a Velásquez cambiar al salto triple. “Decían que estábamos locos”, recuerda el técnico.

“La locura fue buena. (Hicimos) salto alto, 100 metros, salto largo, salto triple y nos quedamos con el salto triple. Me enamoré perdidamente del triple. Ha sido la mejor decisión de mi vida”, contó Rojas.

La venezolana actualmente es la Messi de la sección de atletismo del FC Barcelona y discípula del mito cubano Iván Pedroso, con quien contactó por primera vez a través de Facebook.

Si bien es muy cuidadosa con su vida personal, la deportista declara con orgullo ser parte de la comunidad LGBTI.

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